Helga de Alvear es una gran coleccionista y galerista de arte alemana. De Alvear ha escrito una de las páginas más brillantes de la historia reciente de Cáceres porque ha donado a la ciudad una colección de arte contemporáneo excepcional. Cuando cuajó esta donación hace ya unos veinte años, nos dejaba a todos un patrimonio valorado en 90 millones de euros. Pero muy poco después, en 2006, el valor de esta colección se estimaba ya 140 millones de euros. Y hoy debe ser ya prácticamente incalculable, porque ella nunca para de comprar y de aumentar sus donaciones. Y lo que es más, las obras de arte, por su parte, tampoco paran de revalorizarse. Además, Helga de Alvear ha aportado unos cincuenta millones de euros para hacer realidad los edificios del Museo que hoy albergan y muestran al público su legado. Como guía de turismo, he realizado ya numerosas visitas guiadas en este Museo. Y una de las primeras preguntas que me hacen mis visitantes es: ¿Quién es en realidad Helga de Alvear?
¿Cuáles son sus orígenes familiares?
Nacida en 1936 en la localidad de Kirn, en el oeste de Alemania, la entonces llamada Helga Müller es la mayor de los cinco hijos del empresario industrial Jakob Müller. Su padre había abierto allí dos años antes, en 1934, una fábrica de objetos de cuero, como carteras, con tan sólo cinco empleados. Pero para 1946, cuando Helga contaba con diez años, su padre abrió otra fábrica con el nombre de Renolit en la cercana ciudad de Worms, con una plantilla de, nada menos, ya 500 empleados. Jakob Müller volcó entonces su negocio hacia la producción de objetos de plástico (de PVC y PP). Helga de Alvear sigue siendo en la actualidad una de las propietarias del negocio millonario que heredó de su padre.
¿Cómo llegó a España y cambió su apellido?
Como Helga Müller, nuestra protagonista estudió en la misma escuela que la reina Sofía. Ya en su juventud mostró interés por el arte, en concreto por el de la música. Sin embargo, nunca obtuvo el apoyo de su familia para cumplir con su deseo juvenil de llegar a ser pianista por su difícil salida laboral. Pero sí que lo obtuvo para el estudio de idiomas extranjeros. Para eso se marchó a estudiar a lugares en los que, por cierto, pudo seguir disfrutando de buena música después de todo. Primero, la joven Helga de Alvear estudió francés en Lausana (Suiza). Después, inglés en Londres. Y, finalmente, español en Madrid, adonde llegó en 1957.
Al año siguiente, durante la boda de una amiga, la entonces llamada Helga Müller conoció al arquitecto cordobés Jaime de Alvear. Y se casaron al año siguiente. De su marido, nuestra protagonista tomó el apellido con el que la conocemos hoy, siguiendo la tradición alemana. Helga de Alvear tuvo con su marido tres hijas y se mantuvo junto a él hasta que enviudó en junio del año 2010.
¿Cómo descubrió Helga de Alvear su vocación de coleccionista?
“El arte es mi vida”, ha dicho Helga de Alvear. Pero ha llegado a ser su vida en parte gracias a la influencia de algunas de sus personas más cercanas. La primera de ellas fue su difunto marido, con quien comenzó a visitar museos y exposiciones en el Madrid de los años sesenta. Así conoció a quien se iba a convertir en otra de estas figuras importantes para entender cómo Helga de Alvear llegó a descubrir su vocación de coleccionista: la galerista Juana Mordó.
Nacida en 1899 como Jean Near en Tesalónica (Grecia) en el seno de una familia de judíos sefardíes, Juana Mordó se vio obligada a buscar refugio de la barbarie nazi en el Madrid de la posguerra. Allí entró en contacto con Aurelio Biosca, uno de los primeros marchantes españoles en apostar por el incipiente arte abstracto desde su galería, la galería Biosca, abierta desde 1940 en Madrid. Juana Mordó tomó el testigo de Biosca en su propia galería, la galería Juana Mordó, que abrió sus puertas en la madrileña calle Villanueva en el año 1964, cuando ella tenía ya 65 años.
Juana Mordó ha cumplido un papel relevante en el descubrimiento de esa vocación coleccionista de Helga de Alvear en dos sentidos. En primer lugar, Mordó fue quien vendió una obra de arte a Helga de Alvear por primera vez: un cuadro del artista abstracto hispano-filipino Fernando Zóbel. A falta de recursos, nuestra protagonista tuvo que pagar su precio de 50.000 pesetas a plazos.
¿Cómo se convirtió Helga de Alvear en galerista de arte?
En segundo lugar, Mordó introdujo a Helga de Alvear en una de las actividades de las que más se ha nutrido su colección: la de galerista de arte. En 1980, Helga de Alvear salvó a la galería Juana Mordó de las dificultades económicas que atravesaba entonces y, finalmente, acabó por convertirse en su propietaria. Helga de Alvear inició entonces una renovación de la galería. Para empezar, De Alvear apostó por las nuevas generaciones de artistas. Además, llevó la galería a las ferias internacionales del sector más importantes, como las de Basilea o Colonia, o más adelante a la de ARCO en Madrid.
A la muerte de Juana Mordó en 1984, Helga de Alvear se decide a continuar tanto con su vocación de coleccionista como con su labor de galerista gracias a un encuentro en apariencia casual. Al abrir uno de los cajones del escritorio personal de Juana Mordó en su galería para ver qué había allí, Helga de Alvear se encontró con un dibujo del gran artista pionero de la pintura abstracta, Wassily Kandinsky. Helga de Alvear interpretó el hallazgo de esta obra tan valiosa como un gesto de su amiga hacia ella para que prosiguiera por el camino que habían iniciado juntas. En efecto, Helga de Alvaer siguió ampliando su colección y mantuvo abierta la galería Juana Mordó durante los diez años siguientes.
¿Cómo fundó Helga de Alvear su propia galería?
Pero el tiempo pasó y la labor de Helga de Alvear acabó por desprenderse de la herencia de Juana Mordó. En diciembre del año 1994 Helga de Alvear publicó una carta de despedida a Juana Mordó en el diario ABC. El 31 de dicembre de ese año cerró las puertas de la galería Juana Mordó de manera definitiva. Y al día siguiente abrió las de la suya propia en la calle del Dr. Fourquet en Madrid, justo detrás del edificio del Museo Nacional Centro de Arte la Sofía. La galería Helga de Alvear lleva ya una andadura de más de veinticinco años. Durante este cuarto de siglo largo ha pasado por sus salas de exposición lo mejorcito del arte más reciente.
Al margen del éxito de su galería, como le dijo en una ocasión el director del museo Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, Helga de Alvear es mejor compradora que vendedora. Hasta cierto punto, la faceta de marchante de Helga se puede entender como motivada por mucho más que la mera obtención de beneficios. Al contarario, Helga de Alvear suele quedarse con las mejores obras de las exposiciones que organiza. Más que una simple distribuidora de obras de arte o dealer, Helga de Alvear es una amante entusiasta de la obra de los artistas que apoya desde su galería.
¿Cómo donó su colección a Cáceres?
Esta donación se gestó gracias a otro hecho fortuito: una parada en Cáceres que Helga de Alvear realizó en el año 2002 junto con su amigo el extremeño José María Viñuela. Este arquitecto, natural de Ibahernando, era entonces conservador del patrimonio artístico del Banco de España. En ese año de 2002 visitaron juntos una exposición en Lisboa, ciudad de la que regresaron a Madrid en coche. Pero hicieron parada en Cáceres para almorzar en el restaurante Atrio. Sus dueños, los hosteleros cacereños José Polo y Toño Pérez, hicieron buenas migas con Helga de Alvear y le enseñaron su colección de arte privada en su casa particular.
Ella les contó las dificultades que estaba teniendo para encontrar una ciudad que acogiera su propia colección. Ya había hablado con el Ministerio de Cultura para donar su colección al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. También con los gestores de los museos Artium de Vitoria y MARCO de Vigo. Además, había establecido contacto por la misma razón con los ayuntamientos de Madrid, Valladolid, San Sebastián y Granada. Sin embargo, ninguno había respondido favorablemente a hacerse cargo de la cesión gratuita de sus obras. En aquella ocasión, José Polo le sugirió traerlas hasta Cáceres.
Unos meses más tarde, José Polo y Toño Pérez visitaron a Helga de Alvear en su domicilio en Madrid y volvieron a sacar el tema. Habiendo conseguido despertar el interés de Helga de Alvear por Cáceres, los hosteleros concertaron una reunión de Helga de Alvear con el entonces presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Nuestro expresidente creía equivocadamente que Helga quería traer una fábrica de plástico de su empresa Renolit hasta la región. Pero nada más lejos de la realidad. Tras otra reunión más en Cáceres (donde por supuesto almorzaron en el Atrio), Rodríguez Ibarra puso la idea en manos del entonces consejero de cultura Francisco Muñoz Ramírez. Finalmente, la Junta de Extremadura dio el visto bueno al proyecto en enero de 2003. Así acabó llegando a Cáceres la colección de Helga de Alvear.
¿Qué es el Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear?
Hasta la apertura definitiva al público del Museo el 26 de febrero de 2021, los fondos de la colección Helga de Alvear rotaron durante diez años en exposiciones temporales en uno de los edificios que hoy integran el Museo. Se trata de la llamada casa grande de 1908, reformada por el estudio de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Mansilla. En 2010 abrió allí el llamado Centro de Artes Visuales Fundación Helga de Alvear. Mientras tanto, el mismo estudio de arquitectura ha levantado un edificio de nueva planta en el amplio patio trasero de la casa grande y en otros edificios adyacentes comprados por la propia donante para que su colección se muestre y conserve en las condiciones adecuadas.
Hoy el número de piezas integrantes de la colección de Helga de Alvear asciende a más de 3000. La práctica totalidad de estas obras o bien se ha cedido ya o bien se va a ceder a la Junta de Extremadura. De esas piezas, se puede ver una selección de unas 200 en los 5000 m² del espacio expositivo del edificio nuevo. Esta exposición permanente ha sido comisariada por José María Viñuela, hoy conservador del Museo recién inaugurado. La casa grande se ha dejado para oficinas, una biblioteca y salas de exposiciones temporales, y el enorme jardín para un parque de escultura semipúblico.
Reconocimientos para Helga de Alvear
Por otro lado, Helga de Alvear donó el legado de Juana Mordó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. En una las salas del museo de esta Academia se puede ver parte de este legado. Y donó al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía el archvio de la galería Juan Mordó. Además, a este museo le ha donado otras obras como parte de la serie de vistas de salinas de la pintora Carmen Laffón que cierra el recorrido también en el Museo de Cáceres.
Así no es de extrañar que la sociedad haya sabido reconocer tanto la excelencia de la labor coleccionista de Helga de Alvear como su generosidad, que por cierto va más allá del arte. Por ejemplo, donó un millón de euros para la investigación de la vacuna española contra la COVID. Entre otras distinciones, Helga de Alvear ha obtenido ya la medalla de Extremadura en 2007, la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes en 2008, la medalla al mérito civil de la República Federal Alemana en 2012 y la medalla internacional de las artes de la comunidad de Madrid en 2020. Todo un lujo que los cacereños seamos los primeros y más directos beneficiarios de la actividad de esta ya importante figura histórica.
Más información
Javier Remedios Lasso: Helga de Alvear. Los cimientos de una gran colección. Tesis doctoral, Universidad de Extremadura, 2016. Se puede consultar en línea en el siguiente enlace: http://hdl.handle.net/10662/3888